19 de noviembre de 2015

Y si es en su nombre, yo maldigo a Dios




Casi una semana después el alma se me sigue encogiendo. Era viernes. Yo había tenido una reunión. A eso le siguió un partido de fútbol de mis amigos, se jugaban menos que en un amistoso pero el ambiente se caldeó por una tarjeta injusta. Ellos se llevaron la victoria y la grada la sonrisa de la buena suerte. Después merodeamos por la ciudad universitaria buscando un sitio donde cenar juntos, unos bocadillos, unas cervezas y risa, muchas risas. Cuando nos juntamos siempre nos sentimos invencibles. Y alguien lo comentó. "Mirad los móviles que no tengo datos. Algo gordo ha pasado en París". Empezamos a leer con el alma encogida lo que había pasado. Pero era viernes, nosotros jóvenes y estábamos juntos. Nos fuimos a tomar unos batidos sin alcohol, así de sanos somos nosotros. Seguíamos sonriendo y compartiendo la vida. Y mientras nos íbamos enterando por las redes sociales que París estaba en vela, que cerraban fronteras, que había rehenes y tiroteos. Al final el tema abarcó nuestra conversación y todos nos quedamos sin aliento. Nos hicimos más pequeños, nos sentimos menos, nos llenamos de miedo.

Una semana después la sociedad del primer mundo sigue en shock. Y esos atentados, en esa noche me han hecho pensar un par de cosas. La primera que somos los más hipócritas del mundo. Todos. Lo sentimos, por supuesto que lo sentimos y nos preocupamos, ¿y si hubiera sido yo? Pero en seguida se nos olvida, porque esos muertos no levantan la cabeza, porque nos cansamos de vivir con miedo y porque desde arriba nadie hace nada. Para los altos mandos sigue siendo más importante sacar petroleo de ciertos países o imponer su fuerza a base de bombas en pueblos destrozados y vacíos. Demostrarle al otro que si tu tienes bombas, yo también, y más gordas.




Y también somos muy hipócritas porque a fin de cuentas, hay millones de lugares en el mundo de los que no nos acordamos desde nuestros sofás, desde nuestras torres de cristal y acero frente a un ordenador. Desde la bicicleta estática del gimnasio. Porque la gente muere por bombas, pero si no son del primer mundo no es tan importante. Y al final, todo son vidas muriendo a manos de personas que no entienden que es la tolerancia. Jamás comprenderé porqué es tan dificil aceptar que haya gente que crea en Dios, en Alá, en Yahvé o millones de dioses. Porque somos tan intolerantes con los que se construyen su propio Dios o los que no lo tienen. Porque no somos capaces de ver que el amor es amor en todas sus formas y no importa con quien lo demuestres o a quien ames. Y jamás entenderé porque el color de la piel es más importante que el del pelo, el de los ojos o el de los pantalones que ese día te has puesto.  No comprendo porque es tan importante tener una bandera u otra, tu eres quien eres por el lugar en el que has nacido, por la gente de la que te has rodeado. Eres lo que has viajado, lo que has leído y lo que has compartido.Todos somos historias y corazón. Todos somos alegrías, penas y dolor.

No hay nada más que dolor y una vida que se vuela

Pero también me di cuenta de todo lo que tenemos. Aquella noche, para mí, era una noche llena de amigos, risas, cotilleos. De cariño, abrazos, besos y buenas palabras. Íbamos a disfrutar, a pasárnoslo bien, a querernos en buena compañía. Y acabamos metidos en 3 coches, en silencio, rumbo a nuestras casas con un peso enorme sobre nuestros hombros. Porque sé que soy tan afortunada de tener estas cosas en mi vida que no me doy cuenta de lo breve que es, de la maldad y la intolerancia que se esconde en cada esquina y de que la vida está para precisamente para disfrutarla y reírla con los de nuestro lado. Que en cualquier momento pude venir alguien y llevarsela por delante con cualquier fanatismo. 

Y es que yo solo quiero celebrar que estamos vivos. Y juntos.

#PrayForParis


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