26 de marzo de 2015

Pon más leña al fuego

Valiente: Esforzado, animoso y de valor.

Nadie dijo que enamorarse fuese fácil. Ni tampoco que ser valiente fuese la decisión más sencilla. Pero las dos cosas van unidas. Ser valiente en el amor es complicado, pero encontrar un valiente...eso si que es imposible. Nadie debería enamorarse de una persona que después de un tiempo compartiendo millones de cosas, de anécdotas, de momentos fugaces y de interminables horas al teléfono no sea capaz de ser valiente. De alguien que no te pueda decir "mi apuesta eres tu"; all in. Todos merecemos ser el "me la juego contigo" de alguien. 

Todos sabemos poner excusas, todos tenemos millones de frases validas, preparadas en nuestros labios ,para evitar decir esas palabras que parecen que atemorizan a toda la humanidad. "He salido de una relación", "estoy centrado en mi futuro/trabajo", "necesitamos conocernos más", "deberíamos compartir más tiempo juntos"... excusas, todo excusas manidas y utilizadas por encima de nuestras posibilidades. Si quieres a alguien, lo quieres de verdad, con los errs, con el tiempo, con los horarios y las distancias. Con los defectos y las virtudes, con las llamadas de borrachera a las 7 de la mañana y los audios de whatsapp a las 3 de la mañana. La vida no consiste en llevarse el polvo y dejar el mueble en el mismo lugar; la gracia está en llevarte el mueble a casa. No quiero un príncipe, porque no vivimos en un mundo en el que haya que matar dragones, ni que conquistar tierras, ni que batallar por un amor eterno y "verdadero". La vida ya no esta llena de princesas que viven en su torre esperando al hombre que les salvará del encierro y de su soledad. 

Nuestro problema no es que no se pueda, es que no se quiera lo suficiente para hacer el esfuerzo y ser valiente. Nadie dijo que fuera fácil poner un "te quiero en los labios". Encontrar alguien que te diga "quedate conmigo" no es sencillo, pero sin ninguna duda, es lo que realmente merece la pena. 

Inspirado en "El Universo de lo Sencillo" de Pablo Arribas.



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19 de marzo de 2015

Hay mentiras en los labios, hay mentiras en la piel


Los que habéis leido algo en este rinconcito de internet sabeis que la música es una parte importante de mi vida. No tengo oido musical, ni se cantar, ni entonar, ni toco ningún instrumento...pero para mí la música es una parte imprescindible y una de las más bellas formas de expresión artística. Quizá mis gustos no son los más comunes para una chica de 20tantos, ni coinciden con los gustos de mis amigos, pero para mí son las mejores bandas sonoras que puede haber en mi vida.

Porque sí, una canción es una banda sonora. Para un momento, para una persona, para una etapa, para un libro, para una pelicula, para una fiesta...al final, una banda sonora que se queda marcada y nos hacer recordar a algo o a alguien. Y esas es la magia de la música, que siempre te lleva, como la literatura, a otros mundos, ni mejores ni peores, pero si distintos a las realidades a las que estamos acostumbrados.

Hoy os traigo esta canción que llegó a mi en San Valentín y en la que en sus estrofas, y no porque todas hablen de amor, he encontrado ese rinconcito de cerrar los ojos y sonreir...

Hay mentira en la mirada
Hay mentiras en la piel, dibujadas
Hay mentiras, hay amantes
Que por instantes de placer ponen su vida a temblar
[...]
Hay engaños  que por años 
Ocultaron la verdad
Hiriendo de dolor



Mi verdad - Maná y Shakira


"Tu eres la lluvia de mi alma"
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12 de marzo de 2015

Literatura que te deja sin aliento...


Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

- Julio Cortazar - 
{La continuidad de los Parques}
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5 de marzo de 2015

Capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar

"Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee. O mejor aún, a una que escriba."
- R. Urquico

Resulta que sí, que también interesa. Que leer no está pasado de moda. Que tampoco hay que fingir para estar a la moda y ser un moderno. Que no hay que pasearse con un libro en la mano por toda la ciudad sin abrir sus hojas. Lo bonito de leer está dentro. Dentro de esas hojas y dentro de las personas que lo leen y que crean millones de mundos distintos a partir de las mismas hojas. Esas personas están llenas de vida, de viajes, de aventuras, de sueños, de paisajes. Han vivido infinitas de historias de amor, algunas les han roto el corazón, otras les han dejado pensando lo afortunados que son por tener esa persona de ficción en su vida. Porque esos personajes se guardan como verdaderos tesoros. Y si, es posible enamorarse para toda la eternidad de un personaje de los libros.

Quizá es mi vena filológica, pero puedo asegurar que las personas que leen no solo son más sabias, también son más felices, más soñadoras y a la vez más realistas. Y sobre todo, saben más de las personas y su naturaleza, de sus idas y venidas. Y por todo esto son capaces de vivir mil vidas en una sola tarde. 
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