Quizá solo escogiste el camino equivocado
Te lo dije. No me gusta separarme de ti. Porque lo que te hacía especial era que si tenía un mal día te llamaba y se me pasaba el mal día con nuestro café. Pero si estás lejos y encima mi mal día es contigo, me hundo un poquito más en la miseria.
Y es que me canso de ser fuerte. Alguna vez me he preguntado si esto estaba pasando porque apareciste en el momento que yo lo necesitaba. A ti o a cualquier otro que quisiera quererme y que estuviera dispuesto a mimarme aquí al lado. Que estaba cansada de los trenes, los autobuses y las llamadas de teléfono. Y contigo me olvidé de todo eso. No se si me molesta que me mientas por el hecho en sí, o porque me importa que me puedas mentir en otras cosas. O quizá porque si que quería verte esos tres días que me prometiste y no me explicaste.
Que ya no puedo más. Que te quiero pero no te quiero. Que tengo miedo y no estoy preparada para querer así otra vez. Que me quedé tan rota antes de ti que tu solo pusiste parches. Y ahora me he caído con todo. Con lo viejo y con lo nuevo, que me has hundido sin quererlo porque eras mi salvación. Esa a la que me agarré con desespero y con miedo a que no saliéramos a flote. Y que una vez que me permití sentir, a pesar de pensar que lo hacía poco a poco con barreras era todo mentira. Lo hice como siempre, lanzándome al vacío. Y es que no tengo remedio, y aunque lo intenté tu no fuiste mi medicina.
Que no puedo volver a verte y me muero por otro café a tu vera. Que quiero llorar por ti y que seas tu el que me seque las lágrimas. Pero no. Voy a dejar de ser fuerte.
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