22 de octubre de 2015

Tengo tanto miedo de que olvides el camino de regreso...

Entre empujones entre la gente, 
me acerco torpemente con taquicardia adolescente, 
en aquel bar donde no entra ni un rayo de luz, 
sé que fuera, sé que fuera amanece.
Sé que fuera amanece.

Nadie cuenta la verdad sobre las relaciones a distancia. 
Siempre hay alguien que te dice "no va a funcionar", pero la mayoría te anima. Te dice que saltes, que te arriesgues. Pero hasta que no estas en una no sabes lo difícil que es, las lágrimas que puedes llegar a derramar y lo muchísimo que se puede echar de menos a alguien. 

Y no, no estoy hablando de relaciones que empiezan y comparten el mismo lugar durante un tiempo. No son esas relaciones que tienen distancia de por medio porque la vida es una perra y estás obligado a cambiar de ciudad. Y no, tampoco son esas relaciones en las que una parte está en el pueblo y la otra en la ciudad; porque al final el fin de semana acaba llegando y esa distancia se esfuma en la nada por 2 días. No, no son esas. Me refiero a las que empiezan en la distancia, a las que te hacen conocer a la persona más maravillosa en el momento menos esperado y en el lugar menos adecuado. Y es que la vida es muy puta y le encanta jugar a nuestra costa. 

Nadie te cuenta lo largos que se hacen los viajes de tren, ni lo rápido que pasan los días juntos. Nadie te dice lo mucho que te va a llegar a gustar tumbarte en el sofá con una manta para hacer nada; absolutamente nada. Nadie comenta lo mucho que te va a apetecer hacer planes juntos, cine, teatro, cumpleaños, tablaos flamencos o cenas. Nada especial, solo planes. Juntos.

A nadie se le pasa por la cabeza que al cumplir un año juntos probablemente os hayáis visto menos veces de lo que lo hace una pareja normal antes de convertirse en pareja.Y probablemente os hayáis dicho te quiero más veces que esa misma pareja en todo un año de relación compartiendo tantos días. 

Nadie te cuenta que los abrazos son más que abrazos, los besos son besos de los de verdad y las despedidas esas fechas limite que te producen pesadillas. Y al final aprendes que las sorpresas nunca fueron tan especiales ni los bailes tan imprescindibles. 
Ni los besos tan dulces. 




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