4 de junio de 2015

Al ritmo de nuestro vals

Bailar no era tan difícil si estaba en sus brazos. La melodía sonaba, lenta al principio, más deprisa al final. Cada golpeteo de cada tecla de ese viejo piano marcaba el latido de mi corazón mientras giraba sobre mis pies. Aquella era una noche especial. Estábamos celebrando que por fin compartíamos lugar. Se habían acabado las distancias, las llamadas, las bromas por teléfono. Por fin podíamos tener nuestra pequeña fiesta cada día, en persona. Nuestras pequeñas bromas. No debíamos esperar a encontrarnos, quizá más de tres meses después, para preguntarnos todas las cosas serias que nos rondaban la cabeza. Esas cosas que no te atreves a preguntar por teléfono, porque necesitas ver la reacción del otro.Por fín teníamos nuestros momentos de complicidad al alcance de nuestras manos. Con estirar los dedos. 

Como adicta a la música que soy, había elegido una canción que te deja fluir, que te deja soñar, imaginar, sentir. Para esa primera cena de muchas en su pequeño hogar. Quizá a partir de ahora también yo podía llamarlo mi hogar. Un moño, el pijama y un dulce bamboleo del cuerpo al son de los acordes. Y de repente me encontré bailando, en sus brazos, girando sin encontrar un final. La música sonando, la cocina hirviendo de vida y mi corazón dando saltos de alegría. Para terminar en un abrazo interminable, en unas risas incontroladas y en unas mejillas coloradas. 
Y después de girar, y sentir, y bailar, y querer, y morir y vivir de amor en tan solo 3 minutos me di cuenta que quizá la felicidad no estaba tan lejos. Tan solo tenía que dejarme llevar. Y es que sus brazos se habían convertido en mi lugar favorito del mundo...




Via Google

PD: Basado en un experimento. Escucha Yiruma - River Flows in You. Déjalo sonar en tu cabeza a la vez que dejas que tus manos escriban lo que sientes. Los resultados pueden ser como lo de arriba o algo mucho más maravilloso. Déjate llevar y sueña. 




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