23 de julio de 2015

Progreso adecuadamente


La vida de un veinteañero no siempre es fácil. De hecho siempre nos creemos que estamos en el fondo, hasta que nuestro límite es capaz de marcar más abajo de ese fondo. Pero somos optimistas y nos encanta ponernos metas. Algunas las cumplimos y otras no, pero oye, hemos hecho el esfuerzo y la intención de cumplirlas todas. Quizá cuándo seamos treintañeros y adultos de pro lo consigamos. Aquí van algunas de las que cada vez que hago una lista salen, y que, por supuesto, no consigo cumplir.

1. Dejar de criticar. Así en general. Yo es que no lo puedo evitar, y mira que me lo propongo. Hago críticas constructivas, por supuesto, pero también hago destructivas, muchas. Aunque he madurado y he aprendido a guardármelas para mi privacidad. O para círculos muy cerrados con un plato de bravas en el centro y unas jarras fresquitas en la mesa. 

2. Evitar las borracheras. Sobre todo para evitar las resacas inhumanas del día siguiente. Y los no me acuerdo, ¿qué hice que?, ¿cómo dices? y el ¿que acabe donde y con quien?

3. No marujear. Y menos a través de las redes sociales porque puedes encontrar cosas que te hacen sentir mal. O peor. Tu ex a encontrado al amor de su vida que es una rubia de 1.80 y pivonazo. O la bala perdida en 2º de la ESO es madre de dos criaturas y feliz de la vida. Quizá descubras que la más modosita de bachiller se casó el fin de semana pasado con un vestido precioso y un novio buenorro. Aunque también encuentras a esos amigos que siguen tu ritmo. Fiesta, alcohol y estudios. Y que raro que éstos sean los únicos que sigues viendo todas las semanas. Y sí, son los mismos de las bravas y las cervezas.

4. Veranear en playas afrodisíacas, en festivales cañeros o en la otra punta del mundo. Claramente para esto necesito un trabajo que no tengo muy claro en que momento de mi vida llegará.

5. Este año acabo la carrera. Y así empalmas curso tras curso, carrera tras carrera y el final se aleja más de ti.

6. Plantearte que hacer al terminar. O ir buscando algún tipo de prácticas. O saber que es lo que te va gustando. Hasta empezar descartando aquello para lo que no estas hecho es una buena opción

7. Cuidarse. Que sí, que tengo 20 años, pero en algún momento de mis 50 me acordaré de las cheese burguers de los viernes, los platos de pasta para sobrevivir y los calimochos y las cervezas de los después de clase. Tengo que decir que ésta la he cumplido. Hasta que llegaron los exámenes y el sol de piscina.

8. Dejar de odiar. Así, como quitando enemigos. Pero no puedo. Cuando se me planta delante la yo soy mejor que tu en todo me sale un odio visceral que no puedo remediar. Me entran unas ganas incontrolables de soltarle una hostia bien dada. La misma que deberían haberle dado sus padres cuándo tenía 15 años. Pero yo confío, más vale un guantazo tarde que nunca.

9. Decirle al chico mono de la discoteca que es mono. No lo he superado. De hecho, la última vez que ligué fue él el que tuvo que decirme como iba la cosa. Es que me cuesta pillarlas. Osea, no me cuesta, pero me parece imposible y necesito que me lo diga con un gran cartel de luces de neón. La vez anterior me dijo que mis tetas le encantaban. Que oye, romántico no es, pero la pillé al vuelo.

10. Olvidarme de las redes sociales. Hacer fotos porque quiero tener recuerdo de esa noche, de esa capea o de esa tarde de piscina. Y me la voy a poner de fondo en el móvil porque quiero ver esas caras todos los días.  Puedo decir que progreso adecuadamente, aunque esas fotos siguen apareciendo en el omnipresente Facebook.

11. No sacar el móvil del bolso a no ser que sea de extrema necesidad. Y se entiende como extrema necesidad enseñar unas fotos almacenadas, una llamada de tu madre o buscar información necesaria para que la conversación continúe en las redes sociales.

12. Ir de compras cuando sea estrictamente necesario. Y gastar esos euros en una noche con los colegas. 

13. Acordarme de los cumpleaños de mis amigos sin tener que recurrir a Facebook todos los días. Sirve la ayuda de una agenda, pero de las de papel.

14. Dormir cuándo digo me voy a la cama. Dormir de verdad, apagar el móvil y descansar. 




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